Sus Majestades de Oriente repartieron caramelos mientras atendían a los más pequeños, que transmitían todas sus inquietudes a los Reyes con la ilusión que sólo un niño puede tener, y comprobaron cómo los Magos no sólo les conocían, sino que habían leído sus cartas y traían un regalo para cada uno de ellos.
Una tarde inovidable par agrandes y pequeños, que sin duda quedará grabada en la memoria de todos durante mucho tiempo.
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